El fracaso de los ministros de defensa civiles
Las cifras y los resultados tangibles de la guerra interna que azota a Colombia desde hace medio siglo, demuestran que ha fracasado la dirección estratégica administrativa de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, impuesta desde hace 14 años por el sinuoso y cuestionado gobierno del liberal César Gaviria Trujillo, con un funcionario civil a la cabeza del Ministerio de Defensa, como lo demuestra de manera contundente el siguiente análisis:
Incremento de las FARC
En 1991, las FARC eran cerca de 5.000 hombres armados con fusiles y revólveres, que hacían presencia coactiva en el 40% del territorio nacional , pero además eran poco conocidos en el exterior. Casi tres lustros después bordean los 25.000 hombres, están dotados con armas antiaéreas, hacen presencia coactiva en todos los departamentos y municipios, adelantan un proceso insurreccional internacional con posibilidades de crear frentes guerrilleros en Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, República Dominicana y a la vez gozan de amplio apoyo del gobierno venezolano, así como de importantes sectores del PT brasilero.
Durante estos 14 años de desaciertos estratégicos y de mucha diplomacia de micrófono por parte de los ministros de defensa civiles, la inmersión en el narcotráfico facilitó a las FARC establecer relaciones con Eta, Al Qaeda e ingresar a las redes mundiales del terrorismo, tráfico de armas y lavado de dinero, frente a la ausencia absoluta de estrategias integrales de guerra política y militar, emanadas desde el Ministerio de Defensa por obvio desconocimiento de los ministros civiles, tanto de la institución que representan como del enemigo que combaten.
Desde Rafael Pardo Rueda hasta Jorge Uribe, sin excepción todos los ministros de Defensa han caído en la vanidad de la actitud triunfalista, para hablar mas de la cuenta sobre todo de lo que no conocen, mas por ansia de protagonismo personal que por conocimiento de causa.
En ese entorno, las Fuerzas Militares acéfalas de dirección estratégica integrada a los objetivos nacionales, se han dedicado a responder a los ataques sin anticipar ni atacar el corazón financiero o la estrategia política internacional. Por lo tanto lo único medidle a favor del estado colombiano son las bajas en combate de los terroristas. Lo demás ha sido pérdida geopolítica, geoestratégica y de guerra sicológica. Prueba de ello es el crecimiento cuantificado y cualificado de las FARC, las auc, el eln y el narcotráfico.
Incremento de las autodefensas
En 1991 las autodefensas eran 600 a 800 campesinos armados con escopetas legalizados por la antigua constitución política colombiana. Quince años después de dirigencia civil en el ministerio de Defensa, hay 12.000 delincuentes financiados por el narcotráfico, con amplias ramificaciones en el exterior y armados con implementos de infantería ligera y con amplia capacidad militar para confrontar contra las fuerzas del estado y las guerrillas comunistas de las farc o el eln. Las solas cifras indican que el combate contra este fenómeno ha sido mal orientado.
Status quo del eln
Pese a los reveses militares contra las fuerzas del orden y a la rendición de un amplio sector del eln denominado la corriente de renovación socialista, después de 15 años de dirección civil en el ministerio de Defensa la fuerza de esta guerrilla se duplicó de 2500 a 5000 terroristas.
El triunfalismo y hablar mas de lo necesario, anunciando inclusive la eventual desmovilización de este grupo apadrinado por Fidel Castro, ha sido la característica de todos los ministros de defensa desde 1991. Inclusive algunos estultos personajes colombianos que han ocupado altos cargos públicos, cayeron en la ingenua trampa de autonombrarse y viajar a Europa a reunirse con los terroristas en un monasterio, dizque con la ilusa visión que los elenos se entregarían al otro día.
Incremento del narcotráfico
En 1991 operaban los carteles de Cali y Medellín, con base en la producción de 20.000 hectáreas de coca. Hoy delinquen en 150.0000 hectáreas sembradas de coca, los carteles de la Costa, el norte del Valle, el de los Llanos, el de Bogotá, el de las FARC, el del eln, el de las autodefensas y el de los santanderes.
Ninguno de los ministros de defensa civiles, ha trazado estrategias concretas para combatir el flagelo. Todo se reduce a los planes Plante y el Plan Colombia, con parcial pero no decisiva injerencia norteamericana. Lo cierto es que Colombia no ha podido ganarle la guerra al narcotráfico y a pesar de la alta cuota de sangre de los soldados y policías en el combate contra ese flagelo, a comienzos de 2005, se exporta 10 veces mas la cantidad de coca y látex de amapola, en relación con la que salía en 1991.
Desconocimiento de la estrategia adversaria
Estrategas de escritorio, personas sin el mas mínimo conocimiento de la guerra que deben dirigir, a los ministros de defensa civiles de los últimos años no se les ha ocurrido hacer un alto en el camino para evaluar a fondo la realidad objetiva. Hay olvido de la experiencia, porque no hay manuales de operaciones conjuntas en teatros de guerra de guerrillas, ni se ha sistematizado en textos de investigación la cualifiación militar de las unidades de combate y la experiencia de tantas operaciones exitosas. No hay acumulación científica militar ni administrativa. Lo urgente prima sobre lo importante.
La rotación de 10 ministros civiles en 14 años, es decir casi uno por año demuestra la improvisación tanto de los presidentes de turno como de quienes han pasado por el cargo, sin pena ni gloria, pero eso si con mucho protagonismo enfocado a egoístas futuras aspiraciones presidencialistas, sin importar el desangre de sus soldados ni el drama del pueblo colombiano. Desde la entrega del ministerio a los civiles, este se convirtió en la posibilidad de un trampolín político y no en la cartera que debe devolver la paz a Colombia.
En síntesis ni ha habido, ni hay dirección estratégica de la guerra, por la sencilla razón que los ministros de defensa civiles, no han sido personas idóneas para ese cargo, ni preparados en asuntos de defensa nacional, pero el tropicalismo colombiano los ha convertido estrategas de la noche a la mañana.
Desconocimiento del movimiento bolivariano clandestino
Un botón de la muestra del absoluto desconocimiento de la estrategia del adversario, es la falta de coordinación de los ministros de defensa civiles con los ministros de relaciones exteriores y los embajadores para contrarrestar tanto la propaganda subversiva fuera de Colombia, como la inteligente estrategia del movimiento bolivariano clandestino, con ramificaciones sólidas en los países vecinos y representatividad política mediante Ong,s europeas.
Sin embargo el país escuchó a Rafael Pardo Rueda y a la locuaz Martha Lucia Ramírez, aseverar a los cuatro vientos que en 18 meses acabarían la guerrilla. Todavía estamos esperando el cumplimiento de esas promesas populistas y electoreras. También presenció la asqueante detención por inmoralidad de Fernando Botero y la obstaculización del alto mando para que recibiera el cargo el payanés Guillermo González. Así mismo el paso de la ineptitud para confrontar las FARC durante el laxo gobierno de Andrés Pastrana, periodo durante el cual hubo tres ministros de defensa civiles.
Por último recibió el cargo Jorge Uribe, cuyas torpes ejecutorias han generado roces innecesarios con Venezuela, desconcierto dentro de las tropas y animadversiones con el mando militar. El extremo del manoseo, es que ya cualquier ciudadano del común apegado a la vieja costumbre colombiana de opinar acerca de todo en especial de lo que no se conoce, habla de lo divino y de lo humano acerca de la efectividad de las Fuerzas Militares. Pero nadie quiere tomar el toro por los cuernos y demostrar donde está el eslabón débil de la estructura.
Carencia de estrategias integrales
El desconocimiento de la doctrina básica de seguridad y defensa nacional, tanto la amenaza como de la agresión, así como la ignorancia manifiesta de los ministros civiles acerca de la estrategia adversaria y de la potencialidad de las Fuerzas Militares que dirigen, incide en que el estado colombiano no haya tenido ni tenga estrategias integrales.
Por esa razón hay desvinculación manifiesta con otros ministerios, y por ende no existen planes conjuntos. El egoísta manejo politiquero del cargo para buscar ser presidentes se demuestra en la renuncia pantallera de Rodrigo Lloreda, secundada por la histriónica actitud del mando militar del momento; o la estulta actitud del ministro Ramírez que se acuarteló un fin de semana en el Club Militar de Melgar para evaluar su candidatura a la presidencia, pero no para estudiar la estrategia del adversario y formular acciones concretas orientadas a ganarle la guerra a los violentos.
Después estuvo en el improductivo cargo Gustavo Bell Lemus, cuya indiferencia y desconocimiento del cargo quedó demostrado en los humillantes fracasos de Pavarandó, Coreguaje, El Dorado Meta y los cinematográficos secuestros en Cali y Neiva, asi como las reiterativas masacres perpetradas por las autodefensas.
Ni estos ministros civiles ni sus antecesores, ni sus sucesores, concibieron alguna estrategia integral. Cada uno ha actuado como rueda suelta en un país acostumbrado a los sucesos tragicómicos verbigracia la vergonzosa fuga de la Catedral sin que el presidente Gaviria ni el ministro Pardo Rueda hubieran tenido el carácter y la madurez de renunciar a sus cargos por incompetentes.
Ausencia de planes de guerra sicológica
Desde tiempos inmemoriales la guerra sicológica ha sido factor decisivo en el campo de batalla y fuera de el, e inclusive las guerrillas de todas partes del mundo han acudido a esta herramienta con mucha efectividad para desmoralizar al adversario. En el caso colombiano es evidente la ausencia de este tipo de herramienta de combate, por la simple y llana razón, que al parecer quienes han rotado por el Ministerio de Defensa durante los últimos tres lustros, ni siquiera saben que existe ese recurso.
Igual sucede con la acción cívico-militar y los asuntos civiles. Por la dinámica del conflicto el Ejército ha estado enfrascado en el combate en el campo de batalla, sin que lo respalden quienes deben librar la lucha política dentro y fuera de Colombia, producto de una línea de acción trazada desde el Ministerio de Defensa.
Por esa razón, crisis como la abrupta e irregular salida del general Pizarro, denotan profundo desconocimiento de la institución militar y generan roces innecesarios. Sin duda que todos los presidentes desde Gaviria hasta Uribe se equivocaron al nombrar en el cargo de ministros de defensa a funcionarios civiles con brillantes perfiles para gerenciar institutos descentralizados, o inclusive para ser jefes de prensa o voceros, cualidad muy especial de Marta Lucia Ramírez, persona muy inclinada a aparecer de manera constante en los medios de comunicación.
Conclusiones
1. Por la evidente ausencia de estrategias integrales de estado, entre 1991 y 2005, las FARC crecieron cinco veces, el eln se duplicó y las autodefensas se multiplicaron por veinte. Asimismo los cultivos de coca aumentaron siete veces. Esto indica que quienes han estado al frente de la cartera de defensa, no han sido idóneos ni mucho menos iguales o superiores al reto.
Desvertebrar las Fuerzas Militares y enlodar la imagen de los generales solo contribuye a la desmoralización de las tropas.
Nombrar ministros de defensa civiles sin conocimientos básicos de defensa nacional, seguridad nacional, estrategia, táctica, logística, historia militar y régimen interno o servicio de tropas en campaña, equivale a nombrar de ministro de educación a un ingeniero de petróleos o de director de cardiología de un hospital a un administrador de empresas. Total que zapatero a sus zapatos.
Es tal el desconocimiento de la defensa y seguridad nacional, que los analistas del tema presentados por la prensa que tampoco conoce del tema, son personas que ni siquiera prestaron servicio militar, que conocen los municipios como Toribio por referencia general de geografía y que han visto a los guerrilleros solo por televisión. Sin embargo pontifican y hablan hasta la saciedad, en especial de lo que no conocen.
Corresponde al presidente de la república y a sus ministros reevaluar lo hecho hasta ahora, pues en aras de ganar la guerra con base en la idea global de la seguridad democrática, lo que se está haciendo es causar malestar dentro de los cuerpos de tropas, descoordinación y trabajo bajo presión. Lo cierto es que no hay mal que dure cien años ni enfermo que lo resista.
La reformitis iniciada por Pardo Rueda y seguida por todos sus sucesores debe parar ya. No mas inventos fuera de contexto, ni ideas extravagantes para descubrir la importancia del agua en la navegación marítima. Lo que hace falta es una estrategia conjunta y un compromiso integral de todos los estamentos del estado para derrotar a un enemigo común.
La guerra no se gana con rabietas presidenciales, ni con venganzas personales por divergencias profesionales. Se gana formulando estrategias claras que anulen al del enemigo y fuera de eso derrotándolo en el campo de batalla y fuera de el. Naturalmente para lograr eso se necesita saber y conocer del tema. Y eso es lo que le ha faltado a nuestros ministros de defensa civiles: Saber y conocer del tema.
Coronel Luis Alberto Villamarín
Experto en Defensa y Seguridad Nacional.
La guerra en Colombia merece un juicio histórico.
Tres ministros de defensa, dos comandantes generales de las Fuerzas Militares y cuatro comandantes del Ejército en menos de cuatro años, indican que la estrategia de seguridad democrática está mal concebida o que quienes han ocupado esos cargos no son idóneos, o que el capricho y la soberbia del Primer mandatario, son superiores a la lógica, la concepción estratégica de la solución del problema y la dirección coordinada de las Fuerzas Militares. Todo esto ha ocurrido, mientras las farc conservan la misma dirección política y armada desde hace mas de dos décadas.
La ruidosa salida del general Reynaldo Castellanos del Comando del Ejército, sumada al injusto retiro del brillante general Roberto Pizarro, secundado por tres mayores generales; a la agridulce solución al enfrentamiento entre la polémica y locuaz ministra Ramírez con el general Mora, debido a la abierta pelea entre los dos funcionarios por imponer criterios particulares para el avituallamiento de las tropas; la alteración del escalafón de la hasta este gobierno rigurosa antigüedad en los puestos de alto comando; los retiros de los generales Pablo Rodríguez, Alonso Franco, Pauxelino Latorre, Díaz, Eduardo Morales, mas los incidentes de otros oficiales de insignia, indican que la cuestión es estructural y no coyuntural.
En los libros Selva Roja, El Cartel de las Farc y En el Infierno, de mi autoría demostré hace mas de una década que el promedio de deserciones de las guerrillas es del 35% del pie de fuerza. La diferencia de ayer con hoy, es la cantidad de desertores frente al número de combatientes y la presentación pública del Ministerio de Defensa del plan de reinserción. Los demás porcentajes se mantienen dentro de la misma tónica, con la circunstancia agravante del crecimiento cuantitativo y cualitativo de las guerrillas. Esto indica que no ha pasado nada novedoso, en las cifras de desertores subversivos.
El cacareado Plan Patriota, es la repetición amplificada de las Operaciones Colombia, Destructor I y de los prolongados desgastes de las tropas en el Páramo del Sumapaz, la Uribe y Cundinamarca. Pareciera que las enseñanzas tácticas, estratégicas y sobre todo políticas de la Operación Berlín, hubieran caído en saco roto.
El desmesurado aumento del pie de fuerza del Ejército, sobrepasa la capacidad de la institución. Por experiencia propia, es sabido que el 40% de los cuadros de mando de las unidades tácticas siempre está empeñado en actividades que impiden su empleo en combate, verbigracia instrucción, vacaciones, permisos, excusas de servicio, cursos de capacitación, problemas de justicia, sanidad, etc.
Las elevadas cuotas de subtenientes y cabos segundos, contribuyen a incrementar los problemas de administración de personal, mientras que los beneficiarios de todos los escalones de sanidad tanto de los nuevos cuadros de mando como de los soldados profesionales, generaron una verdadera crisis logística y administrativa al servicio de Salud de las Fuerzas Militares. Eso sin contar la bomba pensional que se avecina con el ingreso de los soldados de mas de veinte años de servicio, a disfrutar del merecido sueldo de retiro.
Es innegable que Colombia necesita ganar la guerra para imponer la paz, pero la situación merece un serio y concienzudo análisis, para replantear la dirección política, la estrategia operacional y el empleo del personal. Desde la llegada de los ministros de defensa civiles, la politiquería, el protagonismo y el oportunismo tomaron fuerza en el manejo de la guerra.
Tan nefastos factores van desde la peregrina afirmación de Rafael Pardo Rueda que ganaría la guerra en 18 meses, pasando por los vergonzosos nombramientos de un delincuente de cuello blanco y otro señalado de tener nexos con el narcotráfico, asi como la posibilidad de hacer permanente campaña política que tuvo a su disposición y no desaprovechó un segundo la señora Lucía Ramírez; hasta las torpezas del ministro Uribe y la arrogancia de su sucesor Ospina.
La verdad franca y directa es que ninguno de los ministros de defensa civiles ha dado la talla. Sin demeritar sus dotes personales y profesionales para otras áreas del servicio público, donde de pronto hubieran actuado mejor, ninguno de estos personajes ha merecido el sacrificio de sangre y sudor, aportado por los soldados para que permanecieran en el puesto.
A manera de ejemplo Rafael Pardo Rueda, hubiera sido un buen espadachín de Gaviria en la cartera del interior, pero ni el país ni el propio Gaviria tuvieron la sensatez de vetarlo para siempre de la política pese a la vergonzosa fuga de Pablo Escobar. Pasados 15 años del politiquero experimento de los ministros civiles en la cartera de Defensa, iniciado con Pardo Rueda, es hora que el país haga el balance con juicio histórico incluido. De 4.000 combatientes las farc pasaron a 25.000, el eln se incrementó de 800 a 5000, las auc pasaron de 900 a mas de 25.000 que ya se han desmovilizado sin contar los que faltan. Y los carteles de la droga aumentaron las áreas cultivadas de 18.000 hectáreas a cerca de 200.000. las cifras y los resultados hablan por si solos.
El señor Esguerra Portocarrero hubiera sido un excelente Ministro de Justicia o un buen magistrado de la Corte. La señora Marta Lucía Ramírez hubiera sido una buena vocera de Palacio dada su vanidosa tendencia a salir a cada rato por los medios de comunicación. El señor Bell Lemus hubiera sido un eficiente secretario general de Palacio. El señor Luis Ramírez hubiera trabajado muy bien en la Contaduría General. El actual ministro de Defensa sería un excelente cónsul en New York, dado su parecido físico y procedimental con el actual funcionario diplomático en esa ciudad.
Todo esto indica que ha faltado una persona con idoneidad en la cartera de defensa. Alguien a quien le quepa el país en la cabeza, una persona con experiencia en el conflicto colombiano, un estratega forjado en el campo de batalla y no en el circunstancial nombramiento político, amparado en el erróneo concepto de la malentendida supremacía del poder civil sobre el militar, que hace ver las Fuerzas Militares como un mal necesario.
Al término de una parada militar, el comentarista deportivo Hernán Peláez dijo con sarcasmo que el estadio El Campin lo prestaban para cualquier cosa, por eso la grama estaba deteriorada. Parafraseó con sorna al señor Peláez, para decir que ahora llega al ministerio de Defensa cualquier persona. Ahí radica la razón de la falta de resultados contundentes que el país espera. Colombia no solo necesita obediencia ciega en el alto mando, sino cabezas frías pero sobre todo conocedoras del problema para orientar a los soldados desde el Comandante General hacia abajo.
Mientras las farc manejan una estrategia integral, calculada paso a paso, el Ejército y las demás fuerzas en menor proporción siguen poniendo muertos y heridos en un combate desigual, en el que quienes dirigen la subversión tienen objetivos y metas estratégicas concretas, mientras que quienes debieran dirigir la estrategia integral de las Fuerzas Militares, la desconocen y fuera de eso, juegan con la carrera de los oficiales experimentados, y de paso, juegan con el futuro del país.
Quienes hemos comandado exitosas operaciones de contraguerrillas, conocemos el ambiente táctico y la concepción estratégica del enemigo. Es injusto que por coyunturas políticas y politiqueras, se juegue con la moral de la institución. Es incomprensible por ejemplo que el presidente Álvaro Uribe, el mandatario más popular entre los colombianos y más apreciado por los militares de los últimos cincuenta años, tenga la desfachatez de reconocer que recibió dineros de la cuestionada señora de Magangué y no pase nada, pero que al mismo tiempo disponga por medio de su arribista ministro de Defensa la salida por la puerta de atrás, del comandante del Ejército.
No importa quien sea el general afectado. Lo que realmente pesa es la forma tan humillante como sale despedido un soldado. Ese, señor Uribe Vélez, no es un buen mensaje ni para las Fuerzas Militares, ni para sus potenciales reelectores. La arrogancia y la prepotencia de su parte, deben tener un límite de elemental respeto y consideración con los soldados que lo mantienen en el cargo y le respaldan su guerra personal contra las farc, que por circunstancias históricas coincide con los intereses patrióticos.
Es hora de hacer un alto en el camino y replantear la estrategia con personas que tengan experiencia, no con advenedizos que osan de estrategas en columnas de opinión. Hay quienes asisten a un seminario de información militar y de inmediato se convierten en especialistas de primer orden en el análisis del conflicto. Eso equivaldría a hacer un hacer un curso de primeros auxilios y creerse médico especializado. Los zapateros hacen zapatos, y punto.
Lo que el país necesita es liderazgo integral y acción de todos los funcionarios estatales. La guerrilla existe por dos razones sencillas: Una la rampante y prolongada corrupción en todos los niveles de la administración pública. Dos, la intención estratégica del partido comunista de tomarse el poder. Lo demás son ingredientes conexos. Lo grave del asunto es que pareciera ser que ni los congresistas, ni los presidentes de la república, ni los ministros de defensa civiles, ni los embajadores y cónsules, ni los demás funcionarios públicos lo entendieran así. Pese a tener en vilo la continuidad del usufructo político, siguen convencidos que la paz es problema del presidente de turno, y que la guerra es problema de los militares.
No se puede patear la colmena, porque las abejas se alborotan. Tampoco se puede pedir peras al olmo en el caso de los estrategas de escritorio, que no conocen pero pontifican. Atropellar al Ejército, terminando de manera abrupta la carrera de los oficiales conduce a la desmotivación, el desgano y la falta de estímulos profesionales. Cuatro comandantes de Fuerza, dos comandantes generales y tres ministros de defensa en menos de cuatro años, indican que algo o mejor dicho, mucho anda mal. Y como dicen los viejos campesinos: Si suceden hechos bochornosos como el mal trato en todos los niveles: Por algo será......
No se puede acudir mas al desgastado truco de quemar fusibles. Por experiencia en la Tercera Brigada, conocí a un comandante corto de ideas y de aptitudes militares, pero largo de autoritarismo. Conclusión, por la arrogancia y envidia disfrazada de exigencia profesional, el Ejército perdió a oficiales muy brillantes que sin duda hoy estarían al mando de exitosas unidades de combate. La arrogancia nunca ha sido buena compañera de la estrategia. La guerra la ganan o la pierden las naciones, no las personas.
Coronel Luis Alberto Villamarín
Experto en Defensa y Seguridad Nacional.
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