Distinto a que cada país es libre de fortalecer su autodeterminación y su autarquía en el entorno geopolítico, no son simples coincidencias que tras los convenios para desarrollar energía nuclear en Brasil, el gobierno marxista-leninista de Venezuela anuncie que de la mano de Rusia ingresa al mismo club, en contravía con las resoluciones de la ONU al respecto.
A esto se suma que Venezuela encabeza el proyecto terrorista denominado Movimiento Continental Bolivariano, creado y auspiciado con el único fín de legitimar a las Farc como grupo insurgente con estatus de beligerancia, con el subsiguiente propósito de instaurar en Colombia un gobierno títere a la dictadura cubana y al Foro de Sao Paulo.
Además, Chávez es socio de los gobernantes antiyanquis de Irán, Líbano, Siria, Corea del Norte, impulsores de células terroristas de Al Qaeda, que también cuentan con la complicidad disimulada de Lula Da Silva; quienes en conjunto, por medio de provocaciones reiterativas, intentan que se produzca un conflicto global contra Estados Unidos, por medio de guerrillas locales solidarias pero con ramificaciones en todo el planeta, terrorismo y el empleo de armas nucleares tácticas contra objetivos estratégicos del odiado imperio americano.
Acostumbrado a mentir como es usual en todos los comunistas con ínfulas dictatoriales, Chávez asegura que el recién firmado convenio nuclear con Rusia, alberga fines pacíficos, pero igual que su par de Irán tiene como objetivo proyectar a largo plazo una amenaza contra Estados Unidos y el resto de la región, un multiplicador del terrorismo comunista, un alcahueta de los terroristas islámicos, y un verdadero peligro para la libertad y la estabilidad de Latinoamérica.
El error acumulado y simultáneo de la OEA, de los dirigentes latinoamericanos, de la Casa Blanca y de los académicos del continente, es que la mayor parte de ellos no consideran las extravagancias chavistas como un serio riesgo para el hemisferio. Por el contrario, creen que son actitudes bufonas propias de una mente calenturienta. Mientras tanto, Chávez el lacayo de la dictadura cubana avanza a pasos agigantados en el proyecto.
Basta ver como ha expropiado la riqueza y desvertebrado la iniciativa privada en Venezuela, como ha censurado la prensa, como ha manipulado las elecciones, como ha apoyado a las Farc, al Eln y a Eta, y, como los ha cobijado en su territorio.
De remate, ha expresado de mil formas que Estados Unidos y quienes compartan su ideología, son enemigos de la revolución chavista; por ende hay que combatirlos.
El ingreso de Venezuela a la era atómica es una decisión de alto riesgo e impredecibles consecuencias para la región, pero en particular para Colombia, objetivo principal de las ambiciones castristas sobre el continente.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
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Analista de asuntos estratégicos