Testimonio:
Farc masacran campesinos y roban tierras en el Caquetá
Orlando Saavedra, desgarbado campesino
natural de la vereda La Palestina del olvidado Corregimiento Santa Ana Ramos,
adscrito al municipio de Guacamayas, ubicado en los boscosos límites de los
departamentos de Huila y Caquetá, relató un estremecedor testimonio que resume
la morbosidad criminal de las Farc, la ideologización comunista impuesta por
las Farc y sus cómplices dentro de la población civil campesina de esta parte
del país, y, la realidad de una guerra renombrada en los noticieros, pero
desconocida para la mayoría de los citadinos:
—Mis padres son
campesinos oriundos de Algeciras-Huila. Igual que muchos de los labriegos de
ese municipio azotado por la violencia de las Farc desde hace cuarenta años, salieron
hacia Santa Ana Ramos en el Caquetá, en busca de un pedazo de tierra para
trabajar en paz y producir para vivir, pero lógico, eso no lo conseguirían en
el caserío, ubicado a seis horas a pie porque no hay todavía carretera para
salir al primer municipio—
—Por insinuación
de mi tío Jacinto, un hermano de mi mamá, mis padres se “fundaron” en la vereda
Palestina, ubicada a otras seis horas por trocha de Santa Ana Ramos. Mejor
dicho se metieron en el corazón de la selva, adonde nunca llegaba nadie
diferente a las Farc, entonces encontraron tierra para trabajar y sobrevivir
pero no la paz, tan esquiva a los campesinos colombianos. En esa lejanía
nacimos todos los hijos de la familia Saavedra González—
—Desde niño me
acostumbré a ver a los guerrilleros en los caminos, los ríos, la escuela de la
vereda y las casas de los demás campesinos. Inclusive a conocer las
barbaridades que cometen sin que nadie diga nada, ni siquiera que los medios de
comunicación relaten las cosas como son—
—Por ejemplo, en
el año 2008 fue muy sonado en la región de Santa Ana Ramos, el caso de un arriero conocido de la familia, a quien las
Farc sindicaban de haber robado ganado, en otra época en Algeciras. Los
guerrilleros lo esperaron a la orilla del camino, lo secuestraron, luego lo
degollaron y lanzaron su cadáver al río Guayas. La cabeza fue dejada a la
orilla del camino para escarmiento de los demás campesinos—
Pero además, ya imaginará el duro trecho que
debíamos recorrer para salir hasta Santa Ana a vender el café, el plátano, las
cuajadas o las gallinas. Y siempre la guerrilla controlando todo—
—En el caserío de
Santa Ana hay capilla católica, pero el cura solo viene para semana santa y
para las fiestas de navidad. Por ese motivo, las iglesias protestantes se han
metido con fuerza entre la población y la verdad sea dicha han disputado a las
Farc, el dominio y convencimiento de los jóvenes, que al ingresar a la Alianza
Cristiana, a los Adventistas, al Movimiento Misionero Mundial o los
Pentecostales, obviamente no entran a las Farc… Guerra perdida para los
pastores y difusores de la palabra de Dios en zona guerrillera—
—Por esa razón, los
guerrilleros declararon objetivo militar a los pastores, a los difusores de la
palabra de Dios y de seguido, advierten a los campesinos que no se vinculen a
esas iglesias, porque con esta acción los obligan a que les aplican la justicia
revolucionaria—
—En la medida que
fuimos creciendo vimos como algunos amigos de las veredas cercanas entraron a
la guerrilla, inclusive nos entristeció mucho, cuando un guerrillero contó en
la escuela, que Irma una muchacha con quien compartimos varias navidades y
reuniones en su casa, pero que se había ido para las Farc, murió ahogada en el
río Guayas cuando estaban pasando al otro lado—
—De un momento a
otro los guerrilleros comenzaron a armar cambuches en los potreros de nuestra
finca. Mi papá nos decía que deberíamos ser amables con ellos para evitar
problemas, pero que por ningún motivo entráramos a la guerrilla, que nosotros
deberíamos estudiar para salir de la pobreza y la lejanía en que vivíamos. Para
eso estábamos estudiando en la Escuela—
—Un día, mientras
mi papá había ido a Santa Ana a comprar insumos, los guerrilleros se llevaron a mi hermano mayor que ya había
cumplido 15 años. Mi mamá casi enloquece. Fui con ella hasta el campamento
principal de los guerrilleros, y después de muchas súplicas, regresamos a la
casa con él, donde mi papá también estaba fuera de control—
—Pero todo no
quedó así, porque la situación comenzó a complicarse para toda la familia con
un rosario de asesinatos que ya casi iban llegando a neustra propia casa. El
primer muerto fue Luis Alberto Santofimio un primo en segundo grado, que vendía
celulares, minutos para celular y cachivaches en Santa Ana. Lo mataron por
chismes y dizque porque estaba llevando celulares al caserío, para que los
sapos avisaran al Ejército donde estaban los guerrilleros—
—Eso no era
cierto, pero allá ellos son la ley, el orden y los dueños de la vida de todos
los campesinos. A Alberto lo esperaron una noche en un callejón oscuro cerca a
la salida para Algeciras y dos guerrilleros le dispararon por la espalda cuando
iba a entrar a la casa. Enseguida asesinaron a un primo, hermano de la
profesora Dora Lilia Saavedra, acusado
de ser “una y mugre” con Alberto—
—El siguiente
problema para nosotros fue que los guerrilleros desterraron a unos campesinos
amigos que tenían su finca cerca a la escuela y sin mayor explicación se
robaron el ganado y las demás propiedades, e instalaron allí a una familia de
milicianos de las Farc provenientes de Algeciras, para que espiaran a mi prima
Dora Lilia Saavedra profesora de la escuela rural de La Palestina, adonde estudiaban
los niños de las veredas cercanas y donde también estudiamos primaria todos mis
hermanos y yo—
—Aunque en ese
momento, yo ya estudiaba secundaria como alumno interno en el colegio de Santa
Ana Ramos, me enteré que los dos milicianos que ocuparon la finca de los recién
desterrados campesinos, reunían a los adultos de las casas cercanas y bajo
amenazas de muerte los inducían a apoyar a las Farc, y a callar cualquier cosa
que supieran, pues ya el Ejército aparecía eventualmente en la vereda—
—Pero mi situación
personal tampoco era la mejor en el internado de Santa Ana donde estudiaba
secundaria, pues el director del centro educativo era miembro del Partido
Comunista Clandestino de las Farc y a diario nos inducía a leer libros de
marxismo-leninismo, nos hablaba que la guerrilla era la solución a los
problemas sociales, políticos y económicos del país, e insistía en que los
jóvenes deberíamos entregar la vida a la revolución. Como sería de
revolucionario ese tipo, que hace unos meses fue capturado por la Fiscalía que
lo encarceló por apoyar la guerrilla—
—Mi prima Dora
Lilia era casada con Ferney Ledezma un gran señor. Campesino trabajador y
convencido difusor de la Biblia como miembro de la iglesia Alianza Cristiana.
Eran una pareja ejemplar admirados, apreciados y muy queridos entre el
campesinado. Dora Lilia llevaba la enseñanza en las venas. Su labor era un
apostolado. Inclusive era amiga de la historiadora Diana Uribe con quien se
comunicaba de vez en cuando—
—Una mañana
llegaron tres guerrilleros a la casa de los milicianos ubicada frente a la
escuela. Bebieron café y hablaron muy animadamente con sus cómplices. Luego se
dirigieron a la escuela y sacaron a madrazos a Dora Lilia. Ferney estaba allí
con ella—
—El bandido que
hacía las veces de jefe, dijo:
—Camine a ver
compañerita, porque le vamos a cobrar cuentas—
—Si la van a matar
tienen que matarme a mí también— exclamó Ferney.
—Vean este hp…
sapo, nadie lo llamó pero eche adelante también. Mejor de una vez pelamos a dos
sapos—
—Los niños de la
escuela gritaban aterrorizados e imploraban que no los mataran, que ellos
querían mucho a su profesora, que no les hicieran ese daño, y mil cosas más,
pero los tres sicarios siguieron con su plan—
—Los criminales condujeron
los dos secuestrados por un camino que inicia el descenso hacia el río Guayas.
Todos los niños, incluidos los tres hijos de la desafortunada pareja, se
amontonaron en la parte alta del filito del terreno y vieron cuando, a menos de
100 metros de distancia los arrodillaron y les propinaron tiros de gracia en la cabeza, eso sí como
buenos cobardes, disparados por la espalda—
—Hoy los tres
menores de edad viven con un familiar en un barrio pobre en Ciudad Bolívar en
Bogotá—
—A partir de ese
momento, los guerrilleros desataron una oleada de asesinatos selectivos con el
pretendido fín de robarles las fincas e instalar en ellas a milicianos venidos
de Algeciras y otros municipios del Caquetá. Mejor dicho le cayeron las siete
pestes y la roya a La Palestina y las demás veredas circunvencinas—
—William García apodado
cariñosamente “el diablo” por sus actitudes picarescas y su buen humor, tenía
como antecedente negativo que cuando era muchacho, un campesino de la Unión Patriótica,
lo vió en Guacamayas cuando se robó una vaca. Nunca supimos si sería cierto o
no, porque en la vereda La Palestina, jamás robó nada a nadie—
—Menos de un mes
después de la muerte de Dora Lilia, William estaba en su finca en la vereda
Guayas, cogiendo café en compañía de su hijo José de apenas nueve años de edad.
De improviso aparecieron tres hombres vestidos de civil, pero portando armas
cortas lo encañonaron y le dijeron al niño que se fuera para la casa—
—No habían
transcurrido cinco minutos cuando un disparo de pistola calibre 9 mm, interrumpió el silencio de la
montaña. Rápido la esposa de William y el pequeño hijo corrieron al lugar, pero
ya era tarde. Encontraron el cadáver del secuestrado con el cráneo destrozado
por el disparo—
—Hoy la viuda vive
de la caridad pública con cuatro niños menores de 10 años en su casa paterna en
Algeciras. No hay denuncia penal, ni mucho menos están identificados los
autores de este crimen atroz—
—El siguiente
asesinado fue Jesús Coronado, hombre religioso de la Alianza Cristiana que no
hacía mal a nadie. Buena gente como todos los campesinos de mi vereda. Una
madrugada aparecieron tres guerrilleros en su casa. Le ordenaron que se
levantara y se vistiera para que los acompañara porque necesitaban aclarar unas
cositas con él—
—Temeroso por lo
que podría significar esa indicación, Jesús los acompañó por el camino que
conduce hacia un destartalado carreteable que los campesinos llaman la
carretera. Pocos minutos después se escuchó el fatídico disparo de pistola—
—Al instante
llegaron al lugar la esposa de Jesús y tres hijos del matrimonio. El cadáver de
Jesús estaba boca-abajo y la cabeza con los sesos por fuera en un charco de
sangre—
—La viuda de Jesús
estaba enferma de lupus, situación que era conocida en toda la región, motivo
por el cual, a veces los campesinos de la Alianza Cristiana le ayudaban en la
labores de la finca, pero eso no conmovió a los sicarios que desde luego
conocían la situación—
—La viuda de Jesús
huyó atemorizada de La Palestina con sus pequeños hijos y al poco tiempo murió
en Algeciras. De pena moral y lógico por el problema del lupus. Los huérfanos
fueron repartidos como animalitos entre los amigos y familiares de las víctimas—
—Pocos días
después los guerrilleros de las Farc asesinaron en la vereda El Plumero a un
campesino que le decíamos El Mono, a quien acusaron de no querer colaborar con
las Farc, pese a tener una tienda a orilla del carreteable. Además le
criticaban que cuando entraba el Ejército, él les vendía remesa a los soldados
y por otro lado, cobraba dinero a los campesinos por guardarles cosas en su
casa—
—Para asesinar al
Mono, los tres sicarios lo sorprendieron sentado en un taburete a la entrada de la casa. Sin darle tiempo a
escapar o protegerse del fuego, dispararon repetidas veces contra su humanidad
y lo masacraron—
—La viuda del Mono
cerró la tienda y escapó hacia Bogotá. Obviamente la propiedad quedó a
disposición de las Farc—
—Ahí mismo en la
Vereda El Plumero, los mismos sicarios asesinaron a un campesino tolimense, reservista
del Ejército, que en dos ocasiones para ganarse una remesa, ayudó a los
soldados a descargar víveres de un helicóptero—
—A este señor lo
sacaron de su casa y lo asesinaron en una cañada. Por el sobrevuelo de los
chulos, los campesinos encontraron su cadáver en avanzado estado de
descomposición—
—La vida se convirtió
en un tormento para los campesinos de La Palestina y alrededores. Niños sin
escuela, fincas abandonadas por los dueños que fueron quedando en poder de los
guerrilleros de las Farc, los aminos y trochas llenos de minas quiebrapatas colocadas
por las Farc, amenazas de muerte para quien hable con el Ejército, asesinatos
selectivos continuos y persecución marcada contra los feligreses de la Alianza
Cristiana y para colmar los males, el rector de mi internado, tratando de
lavarnos el cerebro para que ingresáramos a la guerrilla—
—Para alejarnos de
ese peligro mi papá me matriculó en otro internado y mi mamá se fue para
Algeciras con los otros hermanos menores. Pero aún así el drama y la tragedia
continuaron. Mi mejor amigo en este nuevo internado perdió ambas piernas por
una mina que colocaron los guerrilleros en las afueras del colegio, por el
camino donde suponían entraría el Ejército al pueblo en cualquier momento—
—Desesperado mi
papá pidió protección del Estado. El Ejército envió un helicóptero a recogerlo
en La Palestina, decisión que implicó la pérdida definitiva de la finca y la
ojeriza de los milicianos de la vereda que vieron su salida protegido por las
autoridades. Luego me recogieron en el internado, con la obvia vista de todos
los milicianos y amigos de las Farc. Nos llevaron a la Brigada 12 en Florencia.
De allá nos vinimos para Medellín, donde terminé mi bachillerato, no agrícola
como era mi sueño, pero así es la vida—
—Atrás quedó mi
finca llena de recuerdos y vivencias infantiles, la familia separada, mis
sueños de agrónomo enredados en las circunstancias descritas y nuestra
identidad como seres humanos con derechos naturales, deshecha por culpa de la
violencia y el terror que imponen las Farc en su carrera por la toma
revolucionaria del poder—
En este momento
que el gobierno colombiano negocia en Cuba el tema agrícola con las Farc,
invitó al doctor Humberto De La Calle a que ponga sobre la mesa este caso, que la
Cruz Roja y la Fiscalía General de la Nación envíen sus delegados a investigar
los hechos en La Palestina, para que se den cuenta que lo dicho aquí es poco en
relación con las barbaridades de las Farc contra el campesinado, y para que haya
una luz de que al fin se va a aplicar la justicia contra quienes tanto daño han
hecho a los campesinos colombianos—
Orlando Saavedra,
estrechó mi mano, tomó su maletín negro marca Totto, lo ajustó a la espalda,
caminó en dirección de la puerta de la cafetería. La mesera recogió los platos
y pocillos desocupados que ya no expelían el aroma del delicioso café.
Al frente un
televisor presentó imágenes de los delegados de las Farc en La Habana-Cuba. Un terrorista
leyó un comunicado de su grupo y dijo
con el mayor cinismo que las Frac no son victimarios sino víctimas del conflicto.
Abrí internet en el Blackberry y para sorpresa, leí en la revista Semana, una
carta supuestamente firmada por Gloria Gaitán, en la que argumenta lo mismo que
el cabecilla de las Farc en Cuba.
Afuera en las
atiborradas calles de una ciudad normal, circulan carros, motos, bicicletas y
transeúntes. ¿Cuántos de ellos, son otros Orlandos Saavedras, que han vivido
ese horror en sus comarcas y ahora divagan como fantasmas en la selva de
concreto?
La vida continúa
con sus avatares diarios, mientras las Farc mienten con cinismo, sus cómplices
los acolitan y el gobierno no da señal de detener la farsa de las
conversaciones en La Habana.
Así roban tierras
las Farc a la vez que masacran a sus verdaderos dueños: Los por siempre sufridos campesinos colombianos.
Coronel Luis
Alberto Villamarín Pulido
Analista de
asuntos estratégicos
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