jueves, 6 de diciembre de 2012


Testimonio: Farc masacran campesinos y roban tierras en el Caquetá
Orlando Saavedra, desgarbado campesino natural de la vereda La Palestina del olvidado Corregimiento Santa Ana Ramos, adscrito al municipio de Guacamayas, ubicado en los boscosos límites de los departamentos de Huila y Caquetá, relató un estremecedor testimonio que resume la morbosidad criminal de las Farc, la ideologización comunista impuesta por las Farc y sus cómplices dentro de la población civil campesina de esta parte del país, y, la realidad de una guerra renombrada en los noticieros, pero desconocida para la mayoría de los citadinos:
—Mis padres son campesinos oriundos de Algeciras-Huila. Igual que muchos de los labriegos de ese municipio azotado por la violencia de  las Farc desde hace cuarenta años, salieron hacia Santa Ana Ramos en el Caquetá, en busca de un pedazo de tierra para trabajar en paz y producir para vivir, pero lógico, eso no lo conseguirían en el caserío, ubicado a seis horas a pie porque no hay todavía carretera para salir al primer municipio
—Por insinuación de mi tío Jacinto, un hermano de mi mamá, mis padres se “fundaron” en la vereda Palestina, ubicada a otras seis horas por trocha de Santa Ana Ramos. Mejor dicho se metieron en el corazón de la selva, adonde nunca llegaba nadie diferente a las Farc, entonces encontraron tierra para trabajar y sobrevivir pero no la paz, tan esquiva a los campesinos colombianos. En esa lejanía nacimos todos los hijos de la familia Saavedra González—
—Desde niño me acostumbré a ver a los guerrilleros en los caminos, los ríos, la escuela de la vereda y las casas de los demás campesinos. Inclusive a conocer las barbaridades que cometen sin que nadie diga nada, ni siquiera que los medios de comunicación relaten las cosas como son—
—Por ejemplo, en el año 2008 fue muy sonado en la región de Santa Ana Ramos, el caso de  un arriero conocido de la familia, a quien las Farc sindicaban de haber robado ganado, en otra época en Algeciras. Los guerrilleros lo esperaron a la orilla del camino, lo secuestraron, luego lo degollaron y lanzaron su cadáver al río Guayas. La cabeza fue dejada a la orilla del camino para escarmiento de los demás campesinos—
 Pero además, ya imaginará el duro trecho que debíamos recorrer para salir hasta Santa Ana a vender el café, el plátano, las cuajadas o las gallinas. Y siempre la guerrilla controlando todo—
—En el caserío de Santa Ana hay capilla católica, pero el cura solo viene para semana santa y para las fiestas de navidad. Por ese motivo, las iglesias protestantes se han metido con fuerza entre la población y la verdad sea dicha han disputado a las Farc, el dominio y convencimiento de los jóvenes, que al ingresar a la Alianza Cristiana, a los Adventistas, al Movimiento Misionero Mundial o los Pentecostales, obviamente no entran a las Farc… Guerra perdida para los pastores y difusores de la palabra de Dios en zona guerrillera—
—Por esa razón, los guerrilleros declararon objetivo militar a los pastores, a los difusores de la palabra de Dios y de seguido, advierten a los campesinos que no se vinculen a esas iglesias, porque con esta acción los obligan a que les aplican la justicia revolucionaria—
—En la medida que fuimos creciendo vimos como algunos amigos de las veredas cercanas entraron a la guerrilla, inclusive nos entristeció mucho, cuando un guerrillero contó en la escuela, que Irma una muchacha con quien compartimos varias navidades y reuniones en su casa, pero que se había ido para las Farc, murió ahogada en el río Guayas cuando estaban pasando al otro lado—
—De un momento a otro los guerrilleros comenzaron a armar cambuches en los potreros de nuestra finca. Mi papá nos decía que deberíamos ser amables con ellos para evitar problemas, pero que por ningún motivo entráramos a la guerrilla, que nosotros deberíamos estudiar para salir de la pobreza y la lejanía en que vivíamos. Para eso estábamos estudiando en la Escuela—
—Un día, mientras mi papá había ido a Santa Ana a comprar insumos, los guerrilleros se  llevaron a mi hermano mayor que ya había cumplido 15 años. Mi mamá casi enloquece. Fui con ella hasta el campamento principal de los guerrilleros, y después de muchas súplicas, regresamos a la casa con él, donde mi papá también estaba fuera de control—
—Pero todo no quedó así, porque la situación comenzó a complicarse para toda la familia con un rosario de asesinatos que ya casi iban llegando a neustra propia casa. El primer muerto fue Luis Alberto Santofimio un primo en segundo grado, que vendía celulares, minutos para celular y cachivaches en Santa Ana. Lo mataron por chismes y dizque porque estaba llevando celulares al caserío, para que los sapos avisaran al Ejército donde estaban los guerrilleros—
—Eso no era cierto, pero allá ellos son la ley, el orden y los dueños de la vida de todos los campesinos. A Alberto lo esperaron una noche en un callejón oscuro cerca a la salida para Algeciras y dos guerrilleros le dispararon por la espalda cuando iba a entrar a la casa. Enseguida asesinaron a un primo, hermano de la profesora Dora Lilia Saavedra,  acusado de ser “una y mugre” con Alberto—
—El siguiente problema para nosotros fue que los guerrilleros desterraron a unos campesinos amigos que tenían su finca cerca a la escuela y sin mayor explicación se robaron el ganado y las demás propiedades, e instalaron allí a una familia de milicianos de las Farc provenientes de Algeciras, para que espiaran a mi prima Dora Lilia Saavedra profesora de la escuela rural de La Palestina, adonde estudiaban los niños de las veredas cercanas y donde también estudiamos primaria todos mis hermanos y yo—
—Aunque en ese momento, yo ya estudiaba secundaria como alumno interno en el colegio de Santa Ana Ramos, me enteré que los dos milicianos que ocuparon la finca de los recién desterrados campesinos, reunían a los adultos de las casas cercanas y bajo amenazas de muerte los inducían a apoyar a las Farc, y a callar cualquier cosa que supieran, pues ya el Ejército aparecía eventualmente en la vereda—
—Pero mi situación personal tampoco era la mejor en el internado de Santa Ana donde estudiaba secundaria, pues el director del centro educativo era miembro del Partido Comunista Clandestino de las Farc y a diario nos inducía a leer libros de marxismo-leninismo, nos hablaba que la guerrilla era la solución a los problemas sociales, políticos y económicos del país, e insistía en que los jóvenes deberíamos entregar la vida a la revolución. Como sería de revolucionario ese tipo, que hace unos meses fue capturado por la Fiscalía que lo encarceló por apoyar la guerrilla—
—Mi prima Dora Lilia era casada con Ferney Ledezma un gran señor. Campesino trabajador y convencido difusor de la Biblia como miembro de la iglesia Alianza Cristiana. Eran una pareja ejemplar admirados, apreciados y muy queridos entre el campesinado. Dora Lilia llevaba la enseñanza en las venas. Su labor era un apostolado. Inclusive era amiga de la historiadora Diana Uribe con quien se comunicaba de vez en cuando—
—Una mañana llegaron tres guerrilleros a la casa de los milicianos ubicada frente a la escuela. Bebieron café y hablaron muy animadamente con sus cómplices. Luego se dirigieron a la escuela y sacaron a madrazos a Dora Lilia. Ferney estaba allí con ella—
—El bandido que hacía las veces de jefe, dijo:
—Camine a ver compañerita, porque le vamos a cobrar cuentas­—
—Si la van a matar tienen que matarme a mí también— exclamó Ferney.
—Vean este hp… sapo, nadie lo llamó pero eche adelante también. Mejor de una vez pelamos a dos sapos—
—Los niños de la escuela gritaban aterrorizados e imploraban que no los mataran, que ellos querían mucho a su profesora, que no les hicieran ese daño, y mil cosas más, pero los tres sicarios siguieron con su plan—
—Los criminales condujeron los dos secuestrados por un camino que inicia el descenso hacia el río Guayas. Todos los niños, incluidos los tres hijos de la desafortunada pareja, se amontonaron en la parte alta del filito del terreno y vieron cuando, a menos de 100 metros de distancia los arrodillaron y les propinaron  tiros de gracia en la cabeza, eso sí como buenos cobardes, disparados por la espalda—
—Hoy los tres menores de edad viven con un familiar en un barrio pobre en Ciudad Bolívar en Bogotá—
—A partir de ese momento, los guerrilleros desataron una oleada de asesinatos selectivos con el pretendido fín de robarles las fincas e instalar en ellas a milicianos venidos de Algeciras y otros municipios del Caquetá. Mejor dicho le cayeron las siete pestes y la roya a La Palestina y las demás veredas circunvencinas—
—William García apodado cariñosamente “el diablo” por sus actitudes picarescas y su buen humor, tenía como antecedente negativo que cuando era muchacho, un campesino de la Unión Patriótica, lo vió en Guacamayas cuando se robó una vaca. Nunca supimos si sería cierto o no, porque en la vereda La Palestina, jamás robó nada a nadie—
—Menos de un mes después de la muerte de Dora Lilia, William estaba en su finca en la vereda Guayas, cogiendo café en compañía de su hijo José de apenas nueve años de edad. De improviso aparecieron tres hombres vestidos de civil, pero portando armas cortas lo encañonaron y le dijeron al niño que se fuera para la casa—
—No habían transcurrido cinco minutos cuando un disparo de pistola  calibre 9 mm, interrumpió el silencio de la montaña. Rápido la esposa de William y el pequeño hijo corrieron al lugar, pero ya era tarde. Encontraron el cadáver del secuestrado con el cráneo destrozado por el disparo—
—Hoy la viuda vive de la caridad pública con cuatro niños menores de 10 años en su casa paterna en Algeciras. No hay denuncia penal, ni mucho menos están identificados los autores de este crimen atroz—
—El siguiente asesinado fue Jesús Coronado, hombre religioso de la Alianza Cristiana que no hacía mal a nadie. Buena gente como todos los campesinos de mi vereda. Una madrugada aparecieron tres guerrilleros en su casa. Le ordenaron que se levantara y se vistiera para que los acompañara porque necesitaban aclarar unas cositas con él—
—Temeroso por lo que podría significar esa indicación, Jesús los acompañó por el camino que conduce hacia un destartalado carreteable que los campesinos llaman la carretera. Pocos minutos después se escuchó el fatídico disparo de pistola—
—Al instante llegaron al lugar la esposa de Jesús y tres hijos del matrimonio. El cadáver de Jesús estaba boca-abajo y la cabeza con los sesos por fuera en un charco de sangre—
—La viuda de Jesús estaba enferma de lupus, situación que era conocida en toda la región, motivo por el cual, a veces los campesinos de la Alianza Cristiana le ayudaban en la labores de la finca, pero eso no conmovió a los sicarios que desde luego conocían la situación—
—La viuda de Jesús huyó atemorizada de La Palestina con sus pequeños hijos y al poco tiempo murió en Algeciras. De pena moral y lógico por el problema del lupus. Los huérfanos fueron repartidos como animalitos entre los amigos y familiares de las víctimas—
—Pocos días después los guerrilleros de las Farc asesinaron en la vereda El Plumero a un campesino que le decíamos El Mono, a quien acusaron de no querer colaborar con las Farc, pese a tener una tienda a orilla del carreteable. Además le criticaban que cuando entraba el Ejército, él les vendía remesa a los soldados y por otro lado, cobraba dinero a los campesinos por guardarles cosas en su casa—
—Para asesinar al Mono, los tres sicarios lo sorprendieron sentado en un taburete  a la entrada de la casa. Sin darle tiempo a escapar o protegerse del fuego, dispararon repetidas veces contra su humanidad y lo masacraron—
—La viuda del Mono cerró la tienda y escapó hacia Bogotá. Obviamente la propiedad quedó a disposición de las Farc—
—Ahí mismo en la Vereda El Plumero, los mismos sicarios asesinaron a un campesino tolimense, reservista del Ejército, que en dos ocasiones para ganarse una remesa, ayudó a los soldados a descargar víveres de un helicóptero—
—A este señor lo sacaron de su casa y lo asesinaron en una cañada. Por el sobrevuelo de los chulos, los campesinos encontraron su cadáver en avanzado estado de descomposición—
—La vida se convirtió en un tormento para los campesinos de La Palestina y alrededores. Niños sin escuela, fincas abandonadas por los dueños que fueron quedando en poder de los guerrilleros de las Farc, los aminos y trochas llenos de minas quiebrapatas colocadas por las Farc, amenazas de muerte para quien hable con el Ejército, asesinatos selectivos continuos y persecución marcada contra los feligreses de la Alianza Cristiana y para colmar los males, el rector de mi internado, tratando de lavarnos el cerebro para que ingresáramos a la guerrilla—
—Para alejarnos de ese peligro mi papá me matriculó en otro internado y mi mamá se fue para Algeciras con los otros hermanos menores. Pero aún así el drama y la tragedia continuaron. Mi mejor amigo en este nuevo internado perdió ambas piernas por una mina que colocaron los guerrilleros en las afueras del colegio, por el camino donde suponían entraría el Ejército al pueblo en cualquier momento—
—Desesperado mi papá pidió protección del Estado. El Ejército envió un helicóptero a recogerlo en La Palestina, decisión que implicó la pérdida definitiva de la finca y la ojeriza de los milicianos de la vereda que vieron su salida protegido por las autoridades. Luego me recogieron en el internado, con la obvia vista de todos los milicianos y amigos de las Farc. Nos llevaron a la Brigada 12 en Florencia. De allá nos vinimos para Medellín, donde terminé mi bachillerato, no agrícola como era mi sueño, pero así es la vida—
—Atrás quedó mi finca llena de recuerdos y vivencias infantiles, la familia separada, mis sueños de agrónomo enredados en las circunstancias descritas y nuestra identidad como seres humanos con derechos naturales, deshecha por culpa de la violencia y el terror que imponen las Farc en su carrera por la toma revolucionaria del poder—
En este momento que el gobierno colombiano negocia en Cuba el tema agrícola con las Farc, invitó al doctor Humberto De La Calle a que ponga sobre la mesa este caso, que la Cruz Roja y la Fiscalía General de la Nación envíen sus delegados a investigar los hechos en La Palestina, para que se den cuenta que lo dicho aquí es poco en relación con las barbaridades de las Farc contra el campesinado, y para que haya una luz de que al fin se va a aplicar la justicia contra quienes tanto daño han hecho a los campesinos colombianos—
Orlando Saavedra, estrechó mi mano, tomó su maletín negro marca Totto, lo ajustó a la espalda, caminó en dirección de la puerta de la cafetería. La mesera recogió los platos y pocillos desocupados que ya no expelían el aroma del delicioso café.
Al frente un televisor presentó imágenes de los delegados de las Farc en La Habana-Cuba. Un terrorista  leyó un comunicado de su grupo y dijo con el mayor cinismo que las Frac no son victimarios sino víctimas del conflicto. Abrí internet en el Blackberry y para sorpresa, leí en la revista Semana, una carta supuestamente firmada por Gloria Gaitán, en la que argumenta lo mismo que el cabecilla de las Farc en Cuba.
Afuera en las atiborradas calles de una ciudad normal, circulan carros, motos, bicicletas y transeúntes. ¿Cuántos de ellos, son otros Orlandos Saavedras, que han vivido ese horror en sus comarcas y ahora divagan como fantasmas en la selva de concreto?
La vida continúa con sus avatares diarios, mientras las Farc mienten con cinismo, sus cómplices los acolitan y el gobierno no da señal de detener la farsa de las conversaciones en La Habana.
Así roban tierras las Farc a la vez que masacran a sus verdaderos dueños: Los por siempre  sufridos campesinos colombianos.

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos

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El Cartel de las Farc